12/05/2008

Canciones de desamor y destrabajo

I

Todo lo que digo parece anecdótico.
—Ya vendrán tiempos mejores,
levantá el ánimo —me dicen.
No entienden.
Nada saben de mí y de mis fantásticos dibujos.
De mi puerta rota a las patadas.
De las noches de ojos grandes.
De mi mapamundi dividido en pedacitos.
Del parto cotidiano y de sus contracciones.
Del sudor helado y la compañía única,
infalible, que abandoné por salvarme
de no sé que horrible cosa.


II

El banco de mi sangre
no admite depósitos
que no sean al portador.
No soporta esperas y promesas,
no tolera más ilusiones.
El despertador está puesto a las ocho.
No sé si estoy en condiciones de escucharlo.


III

Como era de esperarse he aumentado la dosis.
El ocio es primo hermano del exceso.
No es mi culpa
si nadie me enseñó a ser útil,
sí sólo se escribir.


IV

Sin embargo, desde aquí el plano se hace amable:
una joven parecida a esa joven que antes fui
camina la vereda y su pollera hace ondas que son como guirnaldas en festividades.
La ciudad ahora se convierte en fulgor claro, en astilla de diamante,
en ojos de esos perros que dormitan bajo el sol que amarillea las acacias dulzarronas
que entrecierran casi todas las ventanas y las puertas.


V

No me escuches
te lo pido, no me escuches,
hay silencios venenosos
que rearman el cerco de mis lanzas.
No me escuches
no aparezcas por la casa
no le crezcas vendaval a mis amores
no levantes la basura que abona mi miseria.
Allí está para salvarte de mi beso
cuando sea mañana y sólo haya
la inútil letanía del espacio que vacío.


VI

Pienso ahora: es posible tengas frío.
y seguro que no vas a levantarte
a buscarte unas cobijas.
Siento pena por tu triste biblioteca.
Mucho más cuando amanece y olvidamos
todo aquello que fue verde de sorpresas
esparcidas semillas, panaderos del deseo,
que soplamos sin darle rumbo alguno
y se perdieron en el viento.


VII

Casi siempre que te veo desunido
tanteo cada una de tus partes.
Necesito una visión menos barroca de las cosas,
el ángulo minimalista que hace falta
para complacer a la tendencia.


VIII

Tengo las rodillas rotas de implorarle a mi santito.
Tengo los oídos ciegos de tanto hablarme sola.