9/13/2004

Caracol

I

La playa está desierta.
Una luna grande y lujuriosa lame el sexo del mar.
No se han inventado aún ni grandes alfombras rojas
ni erguidos postes de alumbrado que tapicen la arena
o iluminen el abismo.

Hay algo a lo lejos que hipnotiza:
un punto luminoso desprendido de la oscuridad.
Tan solitario como una escarapela sin día patrio.
Allí está y voy a él con la insensatez de un enamorado.

Si consigo atraparlo te lo doy porque ya no será importante.

El humo me acompaña y podría ser suficiente.
Por ahora me arreglo.
Sigo bailando en la cornisa y si resbalo nunca es lo suficiente para caer.
Sigue siendo el violeta mi color predilecto.
De momento melancoleo y se me ocurre que tal vez
sea factible eso que algún día desearé.

Esto de no crecer e ir encorvándose
contorsionando el cuerpo como un caracol.
Y ser caracol.
Morir caracol.

II

Soy caracol y voy dejando mi estela de baba sobre la tierra, las piedras, las plantas, el pequeño, inmenso universo que me rodea.
Arrastrarme, esconderme en mi débil, tierno caparazón, dejar mi huella brillosa, viscosa, avanzar sigiloso.
Absorber todos los aburrimientos del mundo animal.
Seguir con mi instinto y buscar a la caracola con la que aparearme.
Una linda y cariñosa caracola que me ayude con la prole o con la espera del pie que me pise o la sal que me consuma, con la muerte de viejo... caracol que soy.

III

caracol

9/08/2004

Sauce

Parece que hoy todo fuera como estatuas.
La inmovilidad de este silencio
es como escarcha
que va quemando rosas
disipándoles aromas
perpetuando latigazos.
Resistiendo.

Sólo ver lo que es el árbol.
¡Semejante monstruo enrevesado!
Todo el tiempo creciendo incontenible.
Resistiendo.
Resistiendo a la incordura y a las voces
maliciosas que no cesan.
Resistiendo.

Estamos tan solos... yo lo veo
Vos allí... te veo
Yo aquí... aquí me veo
tratando de mirarte autorizada
desnuda de etiquetas
llorando naderías.
Siempre tan alegremente triste.
Como una marca que se lleva
un tatuaje de biromes indelebles.
Como el gran mito del payaso
como el cuadro del negrito lagrimoso.
Como el árbol.
Resistiendo.

Elegimos la lluvia
lo que se retuerce
lo que crece hacia abajo
explorando con su copa dislocada
mirándole la cara al mundo subterráneo
que unas veces es de fuego
y otras nada más que ríos
pequeños manantiales espontáneos
que no pueden expandirse.

Porque el muro es soledad a veces
y otras tantas, también es resistencia.

9/04/2004

Algún vidrio está rompiéndose.

La imagen recreada tiene el gusto de la asfixia.
Nada le llueve al resabio de la tarde
que en el techo descansa como un gladiolo entre lápidas.
No hay extremos que estos tentáculos no puedan abarcar,
porque estos mismos son los vidrios, la lluvia inexistente,
el ahogo asmático que vuelve a empañar la transparencia.

Algunas veces nos dolemos sin palabras.
Otras tantas nos armamos con sudores
derramados como arcillas que no fraguan.
Esa consistencia lenta que puede asirse,
ser algo parecido a un sueño impúdico
que se esconde bajo un parquet apuñalado.

El veneno representa metonimia del deseo.
Nada aqueja y, sin embargo, la oscuridad
es el silencio que estira sus dedos rugosos
para tocarte y palpar tu orgullo, para someterte al deleite
y consagrarte los dones que algún ángel ebrio
dejó abandonados en unos ojos huérfanos.

Ahora mismo algún vidro está rompiéndose.
Y los filos son puñales que coagulan tanta sangre.