7/15/2008

Graffiti

Me espera inmóvil como el interior de un frasco que esconde un elixir extraordinario,
áspera superficie donde puedo perder la noción,
brotarme a desgarros, destejer el estrábico rumbo de las pretensiones.
El muro gris y sumiso accede al despliegue de mis manos.
Huellas donde cantan cuchillos y se congregan nubes,
cavidades secretas, templos de humo,
luces malas del abismo, vivas como llagas.

Esto es no atreverse al demasiado lejos.

La planta es un vacío que me observa,
mi corazón —tierra de siena desolada—
ansía el amarillo de unos labios compasivos.
Como aerosoles que agitan sombras.
Como mieles punzantes, abejorros inquietos.

Busco el intervalo que me encuentre pensándome hacia dentro,
pesándome filosofías abandonadas en almohadas anónimas.
Sin descanso, nómada, busco atajos que me encuentren
revisando la intimidad de los cadáveres,
el circo de los freaks desangelados.

Esto se llama sobrevivir, en el peor de los sentidos.

Intentaría sofocar su desnudez, intentaría ahogar la plácida seducción,
(imán poderoso y subrepticio).
Probaría lamerle los jabones de la piel,
pero el norte del hierro que me pesa en las ventanas es otro norte.
No sé si acaso haya puntos cardinales que extirpen esta extraña sensación de extravío,
pero este norte, estoy segura, no figura en el registro de sonrisas.
Este norte es una gota en un papel menos blanco que la nada.

Esto es ir a los tumbos, tropezar con claroscuros.

Trataría de palparle la muerte a todo este cansancio
y saber de lo que pasa al costado de mis días.
Si es que algo pasa, que alguien pasa.
Que alguien pasa y acarrea hambres de olvidar el cementerio,
las rosas, las preguntas y el lugar donde nacimos.
Que alguien pasa y puede detenerse a hacer roces de crepúsculos,
labios amarillos, lunas pequeñas, frustración del sol.

Esto dice: necesito el whisky que hay en tu saliva.

El muro gris se deja acariciar dócil.
Los nudillos me queman sangre,
la pesadumbre de este purgatorio recorrido se desclava del paisaje y se subleva.
La pintura es una mancha.
La pintura es un fracaso.
La pintura es una vértebra extenuada.

Esto significa: así no hay arte que aguante.

Me espera resignado, abierto a mi bautismo como una virgen lasciva.
Yo no puedo.
Ya no puedo complacerlo.
Soy indiferente a los relojes y además no puedo.
No puedo ver si alguien pasa por el costado de mis días.