11/24/2009

Epitafio

Mientras nos concentramos en destruirlo todo,
hay una luz muy tenue que se ve lejana.
Parece querer proteger algo muy valioso.
(O importante para alguien.)
No pra nosotros que somos el reflejo de una escena
ensayada tantas veces que casi no podemos recordarla.

Es un espacio apenas el que divide el contacto:
cascaritas secas de deseo embarcadas
para asumir la distancia esencial del recordarnos
más allá, cuando salimos uno del otro
y sabemos que nunca podremos terminar de completar
el rompecabezas que nos haga nosotros.

Hay una anatomía improbable, un sueño:
imágenes sepia que a través de los vidrios
hacen al mundo moverse hacia arriba
como esperanzado por un gesto, una palabra,
el estigma que se nos marcó la madrugada
en que abrimos la carne para hacer lugar a las caricias.

Cuando todo pierda signo, la dirección sea un papel perdido,
la terapia de reemplazo, inevitable la tristeza.
Cuando el espacio sea un desaparecer, encallados
en costas que clareen la tierra dentro de la noche;
recordaremos la desnudez como un prodigio,
la sábana como un río, los minutos como esperas y promesas.

Y tal vez, podamos perdonarnos
el irremediable látigo fatal del "ya veremos".