10/28/2007

Por una cabeza

A Toto

Anochece y los demonios se pasean por la parra,
mezcla chinche, mezcla ratas.
Imagino un demoledor dolor de pecho,
estertor y luego calma eterna
mientras rodeado de estatuas mortuorias
ya no hay miedo ni látigos ni besos
que desahucien los rulos de las nenas.

El bombero lleva un cuerpo envuelto en celofanes.
Sucio soplo azul y tierra, astillada terquedad,
la guadaña de lo incierto y de lo justo.

Si apenas vivió 74 años de jodernos la existencia,
si ayer estaba acá sentado, si:
— mirá que era tan bueno y parece que durmiera...

El espíritu es tan frágil que también se rompe
y nunca llega pronto al cielo,
no se oyen gemidos plañideros
y el café es del instantáneo.

Esa caja nos costó más de mil mangos.
¿Para qué? Decime ¿para qué?,
si después lo espolvoreamos como azúcar impalpable
en el verde que los pingos atraviesan,
donde nada crece, dónde él pisaba,
donde nada crece.

Hay almitas tan pesadas y grasosas que no flotan,
el horror es de mentira y las lágrimas cebolla.
Sólo queda la mueca, lividez en la camilla.

Es que estabas más blanquito que en Devoto
y no vi si los dientes los tenías.

Yo te había asesinado en otras noches,
así que morirte ahora es sorpresa.
Me gasté dos sueldos en rescate.
Menos mal que el caballo pagó premio.