8/22/2007

Muñecas

Cuando desperté estaban
todas mis muñecas con las cabezas cortadas
como si hubiera pasado una katana filosa
por cada uno de sus cuellos y había sangre,
en las miradas ojos de vidrio del horror,
impávidos, pestañas lisas y plásticas,
un charco de líquido verdoso y montones
de profilácticos esparcidos en el suelo,
agujas infectadas con el germen de la desilusión.

No tolero la baja tolerancia –me dije.
No aguanto la actitud mucho perder –pensé también

Al despertar supe de mi trasnochado desvarío
y quise cortarme los talones, convertirlos
en cáscaras de naranja perfumadas
nada querer hacer con los restos de derivas
cada vez más pequeños.
El drama cotidiano no se esparce como sal,
no es condimento aceptable,
y mis muñecas desorbitadas me señalan
la inminencia de otro naufragio.