8/21/2004

La de la mina

La invitaron al jardín de los placeres
y terminó aspirando pegamento en una esquina del Abasto,
con un francés que de francés solo tenía el apellido y la colonia.
La mina muestra sin pudor las cicatrices que varios cafishos
le marcaron al rojo en el lomo pa' que "andara" derechita.
Siempre corre porque aprendió a caminar antes del gateo,
a cantar antes que a decir, a sonarse los mocos antes que a reir.

La mina corre y no encuentra.

Las veredas pasan como siglos y todas las cadenas de oro,
todas las monedas perdidas se hunden en la tierra, caen por cloacas
y la humedad de Buenos Aires se le mete en las costillas
Fuma y come chicles sin azucar.
No hay ni un gramo de dulce en su sangre
y cuando se corta las venas tropieza con la esponja y la yilet.
Hay una especie de ojera que no pinta y la sacude.

La mina tiene hambre y come chicles sin azucar.

Tiene precio fijo: un truco de gallo, un ramo de perejil más IVA
Pone pedacitos de vidrio en las medianeras para lastimar
a quien quiera saltar su desorden de tránsito,
su autopista sin punto de llegada, la colina de huesos
que gusanos desprecian y vendedores de seguros
no reconocen en sus pólizas.

La mina corre y tiene hambre sin azúcar.