9/04/2004

Algún vidrio está rompiéndose.

La imagen recreada tiene el gusto de la asfixia.
Nada le llueve al resabio de la tarde
que en el techo descansa como un gladiolo entre lápidas.
No hay extremos que estos tentáculos no puedan abarcar,
porque estos mismos son los vidrios, la lluvia inexistente,
el ahogo asmático que vuelve a empañar la transparencia.

Algunas veces nos dolemos sin palabras.
Otras tantas nos armamos con sudores
derramados como arcillas que no fraguan.
Esa consistencia lenta que puede asirse,
ser algo parecido a un sueño impúdico
que se esconde bajo un parquet apuñalado.

El veneno representa metonimia del deseo.
Nada aqueja y, sin embargo, la oscuridad
es el silencio que estira sus dedos rugosos
para tocarte y palpar tu orgullo, para someterte al deleite
y consagrarte los dones que algún ángel ebrio
dejó abandonados en unos ojos huérfanos.

Ahora mismo algún vidro está rompiéndose.
Y los filos son puñales que coagulan tanta sangre.